Los hunzas: ejemplo de salud y longevidad a través de la alimentación

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El hombre moderno se ha alejado tanto de sus raíces que hoy en día la posibilidad de no enfermar nos parece utópica… y sin embargo, ha existido una raza de hombres sin enfermedades: LOS HUNZAS.

La doctora Catherine Kousmine, pionera de la sanación a través de la alimentación que vivió y desarrolló su valiosa labor en el siglo pasado, nos entusiasma con su descripción de este asombroso pueblo de super-hombres, descubierto en una región perdida de los Himalayas, entre el Pamir ruso, Afganistán y el Tibet chino, países de los que se encuentra separado por montañas que llegan hasta los 7.000 metros de altura. Alrededor del año 1910 se supo por primera vez de ellos, gracias a un médico escocés llamado Mac Carrison, que aceptó el puesto de médico de Estado en la India. Sus funciones lo llevaron con regularidad, entre 1904 y 1918, a visitar las poblaciones que habitaban las regiones fronterizas, y los hunzas eran una de ellas.

Ya desde el principio, los hunzas le impactaron por la belleza y armonía de sus rasgos físicos y por su fuerte constitución, magnífica salud y gran capacidad de trabajo. Pero, como médico, Carrison estaba totalmente orientado a las enfermedades, por lo que ese pueblo le pareció el menos interesante, el más insignificante de todos: ¡aparte de algunas fracturas, jamás hubo nada que examinar o curar entre ellos! Los estudios de Carrison, como los de los médicos actuales, sólo lo habían preparado para conocer enfermedades, siendo la salud algo así como un estado sin alteraciones pronunciadas o medibles. Pero, años después, sus trabajos científicos lo llevaron a preguntarse qué era la salud. Entonces recordó a los hunzas y se dedicó a investigar las razones de su excepcional salud. Comprobó que los hunzas representaban el ideal de salud humana: exentos de enfermedades crónicas, oponen a las infecciones una poderosa fuerza de reacción y defensa. Aparte de algunos accesos de fiebre, breves y agudos, y ocasionalmente algunas inflamaciones oculares al final del invierno, por haberlo pasado en viviendas que frecuentemente se llenaban de humo, Carrison no encontró en ellos enfermedad alguna. La vejez no debilitaba su visión ni su audición, sus dientes se conservaban intactos, el corazón seguía siendo capaz de esfuerzos. Los hombres procreaban hasta los 75 años, y se podía ver a muchos centenarios labrar sus campos. Terminanban apaciblemente sus vidas a edades avanzadas, a los 120 e incluso 140 años. Su capacidad de esfuerzo era notable: ni la fatiga ni el miedo daban la impresión de existir para ellos. Cargadores y corredores incomparables, capaces de caminar 230 kilómetros de un tirón sin experimentar fatiga más allá de lo normal. Su estado de ánimo siempre tiende al buen humor: aún en períodos de frío, hambre y privaciones, no presentan señal alguna de irritabilidad, susceptibilidad, ansiedad ni impaciencia, y su ánimo es conciliador. Las enfermedades mentales tampoco existen entre ellos.

Como concluye Kousmine (cito textualmente): «Si nuestra concepción de la salud es correcta, habría que inventar para los hunzas una noción de hipersalud. Si su salud representa la norma para el género humano, lo que llamamos de esa manera no corresponde a la salud verdadera; es sólo un estado estadístico, un promedio de quienes no se consideran enfermos. Es, por tanto, un estado variable, en constante descenso en la actualidad. Mac Carrison define ese estado como la zona crepuscular de una salud que empeora cada vez más, y vivimos en ese estado de crepúsculo sanitario sin siquiera darnos cuenta.»

Tras un estudio profundo de los factores que pueden determinar ese estado de hipersalud de los hunzas, Carrison llegó a la conclusión de que el factor decisivo de la salud, la clave, era su alimentación: Al regresar a Inglaterra comprobó sus conclusiones a través de experimentos con ratas. A un grupo de éstas le dió la dieta típica de los barrios bajos de Londres: pan blanco, dulces a base de harina blanca, confituras, carne, arenques, conservas, golosinas y de vez en cuando un poco de legumbres cocidas. Tras un plazo más o menos prolongado, las ratas de este grupo desarrollaron casi todas las enfermedades típicas del hombre y se volvieron irritables y agresivas, llegando a veces a devorarse entre sí. El otro grupo, alimentado con la dieta típica de los hunzas, se mantuvo exento de enfermedades y con una conducta pacífica.

Os preguntaréis cuál era la dieta de los hunzas: La dra. Kousmine nos cuenta lo que un lingüista llamado David Lorimer, que a fin de estudiar su idioma y costumbres, vivió con ellos durante 15 meses, contaba:

«Los hunzas son unos 10.000 individuos distribuidos en seis tribus y ciento cincuenta aldeas situadas en altitudes de 1.600 a 2.450 metros. La capital es Baltit. Las aldeas se encuentran escalonadas en salientes montañosos que se suceden a lo largo de una quincena de kilómetros, en pendientes soleadas que dominan gargantas de 600 a 900 metros de profundidad. Lo que hace que este pequeño pueblo perdido nos resulte extraordinariamente próximo y simpático es que no pertenece a la raza amarilla, sino a la blanca, es decir, a nuestra propia raza.

«Sería muy fácil imaginarlos circulando, vestidos al estilo europeo, por alguna de nuestras ciudades, sin atraer en modo alguno la atención por su condición de extranjeros. Son de estatura mediana, de belleza regular, y en nada se parecen a los pueblos asiáticos que los rodean.

«Una leyenda afirma que son descendientes de guerreros del Sikandro (Alejandro Magno) que permanecieron en esa región. Su lengua no se emparenta con ninguna otra conocida. A lo largo de los siglos supieron conservar su identidad, y los matrimonios sólo se hacían entre individuos de las distintas tribus, con exclusión de los pueblos vecinos.

«Viven de la agricultura y la ganadería. Su suelo es pobre; la región está desprovista de bosques. Para cultivar las cuestas que caen casi a pico han debido disponer terrazas. Las lluvias son raras en esa región, y para irrigar los cultivos fue necesario, lo mismo que en Suiza, en el Valais, llevar el agua del deshielo de los glaciares, construyendo acueductos y canales de piedras, el más largo de los cuales mide 20 kilómetros.

«Los hunzas disponen de muy poco dinero. Lo reservan para la adquisición de herramientas, de telas de algodón para la confección de sus ropas, de seda para sus fiestas.

«Han rechazado en forma obstinada la importación de productos alimenticios industriales, y se alimentan con exclusividad de productos de su suelo. Para mantener la fecundidad de éste, recogen con cuidado los excrementos de los hombres y de los animales, a fin de devolverlos a la tierra, y de tal manera aseguran el ciclo de materia orgánica y mineral, que pasa de la tierra a la planta, de la planta al animal y al hombre, para volver luego a la tierra.

«Aún las hierbas son raras en el país de los hunzas. Por lo tanto, los álamos que bordean sus campos deben completar la alimentación de los hervíboros, y gracias a su follaje puede sobrevivir el ganado. Éste se alimenta en junio de las ramas secundarias cortadas y recogidas con cuidado. Y estos mismos álamos son lo que proporcionan la madera para la construcción.

«Ningún desecho orgánico es eliminado, hasta tal punto es grande la escasez de forraje, y a partir del comienzo del otoño los niños van a buscar por todas partes briznas de hierba y de hojas olvidadas, y recogen los menores vestigios de plantas o de estiércol.

«Por lo tanto, no existe alimentación alguna para engordar el ganado, nada que les permita criar cerdos. Las gallinas y los huevos son raros por la misma razón.

«La frugalidad de este pueblo es muy grande. Su régimen alimenticio se compone en esencia de cereales y frutas, y en ocasiones de legumbres. La carne es magra y rara, los productos lácteos poco abundantes. Los cereales que cultivan son el mijo, el trigo sarraceno, la cebada y el trigo candeal.

«El sol de esta región es lo bastante fuerte como para permitir dos cosechas por año, aún en las tierras más altas, siempre que se sepan alternar los cultivos. De tal modo, se siembra en un mismo terreno, primero la cebada de verano y después el mijo. El trigo sarraceno, dejado sin recoger después de la cosecha del trigo candeal, puede llegar a su madurez antes de los grandes fríos.

«Los cereales se conservan en grano, y se muelen a medida que hacen falta, en molinos de agua, cuya muela inferior de piedra, llamada yacente, es fija. Su altura es regulable, y permite obtener moliendas más o menos finas. La muela superior, o corriente, es movida por una rueda de madera, impulsada por una corriente de agua. Una vez molidos, los cereales se consumen enseguida.

«Los hunzas disponen de uvas, manzanas, moras blancas, muy azucaradas, análogas a las uvas sultanas, y que crecen en grandes árboles, pero su fruta principal es el albaricoque. Es más pequeño que el de nuestras regiones. Su carozo es comestible. Proporciona un excelente aceite. Todos los frutos son secados para la temporada fría. Los hunzas disponen de patatas, de lentejas y de las mismas variedades de legumbres que nosotros, pero su cantidad es limitada.

«El invierno dura entre ellos de cuatro a seis semanas. Al comienzo de la primavera sus reservas alimentarias se encuentran casi agotadas; el trigo, las patatas y las lentejas comienzan a faltar. La familia se alimenta entonces de brotes y de jóvenes plantas del huerto, y de hierbas silvestres arrancadas de los trigales. Este período de privaciones de primavera coincide con la época de los grandes trabajos agrícolas, y dura hasta el final del mes de junio. Las caras enflaquecen, las facciones se vuelven angulosas, y sin embargo, las personas se muestran activas, limpias, ordenadas, plenas de atenciones, cordiales y gozosas. Esta subalimentación periódica y pasajera, ese ayuno relativo, no produce perjuicio alguno en la salud de este pueblo, sino todo lo contrario.»

Alimentos

6 Comentarios


Roberto Lukacs
10 septiembre, 2014 at 7:46 am
Responder

Me encanto este articulo. Solo le falto la importancia para los Hunzas que es la interaccion familiar como parte de modelo de vida. El modelo de vida define el 75% de la longevidad y solo el 25% es genética.


    Rosa
    10 septiembre, 2014 at 3:26 pm
    Responder

    Gracias Roberto,
    Buena observación, estoy de acuerdo contigo.
    Saludos cordiales,
    Rosa.

      julio castañeda
      24 marzo, 2015 at 4:18 pm

      Gracias por la informacion, muy importante para imitar ese ejemplo de habito alimenticio, exitos.

Lourdes
23 abril, 2016 at 7:49 pm
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Bonito articulo Rosa,me ha encantado leelo,siempre se aprende contigo


abraham
15 junio, 2016 at 6:25 pm
Responder

Gracias, estimada:
Cuànto deberìamos aprender! Aquì en Argentina deberìamos leer y educarnos màs respecto de alimentaciòn sana.
Quizàs de ocuparse el estado en generar escuelas de educaciòn para alimentaciòn nos beneficiariamos al disminuir
los problemas variados de salud y consecuencia de la mala alimentacion y tan costosos. Creo el grueso de la sociedad se deja tentar por las publicidades. El otro problema es la absorciòn de tiempos cada vez mayores y menos dispuestos a cocinar. Lamentable.


Lola
14 enero, 2020 at 7:48 am
Responder

Muy buen post, muy recomendable! Reciba un cordial saludo.


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