El uso del fuego distingue al ser humano entre las demás especies de la tierra.
Tradicionalmente, la cocina con su hogar o fuego era el centro de la casa, que aún hoy recibe el nombre de hogar. Alrededor del fuego se reunían los clanes familiares para compartir algo más que comida, en una celebración que les unía como comunidad.
Eran sobre todo las mujeres las que, con su intuición y experiencia, sabían qué alimentos y remedios utilizar en su cocina diaria, y cómo transformarlos para potenciar la salud y felicidad de su familia. En algunas épocas históricas a esto se lo ha catalogado de «brujería».
El progreso nos ha traído los microondas, la vitrocerámica, los congelados, la comida rápida, los medicamentos y otros «avances» para -nos dicen- ahorrar tiempo y esfuerzo… que dedicamos a tareas más «importantes», como trabajar a destajo para poder consumir todo lo que produce la industria…
Pero ¿es que hay algo más importante que mantener y reforzar esos lazos familiares, ese sentido de pertenencia a una comunidad que nos acoge y protege? ¿hay algo más esencial que nuestra salud y felicidad, la de nuestra familia o comunidad y la de este precioso planeta Tierra en el que vivimos?
Por eso, las aspiraciones de la escuela incluyen, además de enseñar a cocinar y a alimentarse correctamente, aprender a hacerlo también conscientemente, eligiendo alimentos que no dañen la Tierra, valorando el poder del fuego para unir, y aprovechando la alquimia de la llama para transformar la prisa y el malestar en calma y alegría para disfrutar de una sencilla comida casera en buena compañía.
En la escuela de cocina Rosa Tugores tratamos de contagiar nuestro amor por la cocina casera, de toda la vida, hecha al calor y al amor del hogar… porque nuestra moderna sociedad de consumo, en su loca carrera hacia ninguna parte, está perdiendo una de las bases principales de la buena salud: EL USO DE LA LLAMA.
Frente a la comida rápida (bien llamada comida basura), los pre-cocinados, congelados, envasados, enlatados… cuya único objetivo es servir de mero combustible para mantener el frenético ritmo cotidiano, en la escuela tratamos de recuperar esos guisos caseros hechos al calor del fuego, con tiempo y con cariño, en los que el propósito va mucho más allá de matar el hambre.
Porque cuando nuestras madres y abuelas guisaban tenían un propósito, consciente o no, muy claro: cuidar de los suyos. Por eso cocinaban platos ricos, nutritivos, adecuados a la estación, en definitiva: reconfortantes y sanadores.
De esta forma nacieron casi todos los platos tradicionales que conocemos: de la necesidad de las mujeres de cuidar de los miembros de su clan. Por eso, los platos tradicionales suelen tener efectos muy concretos y definidos, que cualquiera que los haya saboreado puede reconocer, por ejemplo:
* Una sopa o caldo calienta, activa y refuerza, ya que se absorbe y digiere rápidamente, aportando gran cantidad de minerales. Es ideal en otoño e invierno, para reponer fuerzas a mediodía, o en caso de debilidad por gripes o resfriados.
* En cambio, las cremas y purés, al estar triturados, relajan y calman, por lo que son ideales por la noche, después de la dura jornada laboral.
* Un guiso o estofado de legumbres y raíces, hecho a fuego lento, calienta profundamente, nutriéndonos, relajando y calmando nuestras emociones. Los estofados son platos típicos de otoño e invierno, ya que nos ayudan a combatir el frío sin tensarnos. Porque ya sabemos que un buen chuletón proporciona calor inmediato, pero también mucha tensión, con lo que luego buscamos la cervecita, el vino o el dulce para relajarnos… pero si todos los días recurrimos a estas sustancias terminamos desequilibrándonos: engordamos, o estamos muy cansados, o aparece la hipertensión, sube el azúcar… en definitiva, son parches a corto plazo que se acaban pagando muy caro en el medio y largo plazo. Tenemos que aprender a crear fuerza, calor y energía usando el fuego, no abusando de estimulantes o de alimentos ricos en colesterol o azúcar refinado.
* ¿Y qué decir de un buen frito o rebozado?… es uno de los estilos de cocción más despreciado y criticado, pero es un error desterrarlo totalmente de nuestros menús. Usado con moderación, una vez por semana, el frito nos proporciona una inyección de energía, calor y dinamismo que nos permite continuar con nuestra actividad cotidiana sin necesidad de recurrir a estimulantes dañinos como el café, el tabaco, el azúcar o la bollería. Eso sí, estamos hablando de un buen frito casero, hecho con aceite de calidad, no reutilizado. ¡Nuestras madres y abuelas sabían lo que hacían cuando nos regalaban unas croquetas caseras recién hechas!
* Otra receta a recuperar es el pan casero, recién horneado, crujiente por fuera y tierno por dentro, ese pan que tan sólo con un poquito de aceite nos sabe a gloria… el pan integral casero no sólo es un placer, también es interesante porque nos nutre, nos calienta profundamente y satisface, evitando que luego nos apetezcan alimentos dañinos como el chocolate, bollería, pasteles…
En definitiva, no nos damos cuenta, pero estamos perdiendo ese placer y satisfacción de la comida casera, pretendiendo sustituirla por alimentos sin vida ni energía, que no nos satisfacen ni nos nutren, y que son responsables de buena parte de los trastornos más comunes de nuestra sociedad: sobrepeso, diabetes, hipertensión… y un sinfín de problemas que podrían evitarse volviendo a nuestras raíces, volviendo a usar el fuego para crear calor y VIDA.
Más allá de mi formación y estudios, lo que más valoro son los 20 años que llevo practicando lo que enseño, alimentándome y viviendo según los principios macrobióticos. La experiencia derivada de ese recorrido de 20 años dando clases y consultas, sumada a mi compromiso constante con la alimentación sana, es mi receta para el bienestar, y disfruto compartiéndola.
A través de los cursos y charlas que ofrezco en mi escuela transmito ese legado, iniciando a otras personas en el camino de la salud y la conciencia a través de la alimentación.
2 Comentarios
Hola Rosa: hace un tiempo que veo todos tus videos. Me encanta tus exposiciones y con la claridad y sencillez que das las clases.Comparto totalmente tus ideas relacionadas con la alimentación, la salud y el conocimineto de uno mismo.
Vivo en pamplona y para acceder a tus clases de cocina, lo tengo mal. Mi pregunta es, si hay alguna fórmula para acceder a ellas y conseguir tus recetas. Muchas gracias por compartir toda tu sabiduria. Lo siento pero website no se que quiere decir y en mi pequeño diccionario no encuentro la palabra, no se si será imprescindible. Un abrazo